lunes, 29 de febrero de 2016

Aportes para pensar la violencia escolar

Aportes para pensar la violencia escolar

Nuevamente episodios de violencia ocupan los titulares de los diarios y cuando ello ocurre entramos en apuro por demostrar “que algo se está haciendo” y recurrimos   a las más variadas opciones. A  la más frecuente de buscar el “chivo expiatorio” y expulsarlo, está la de consultar profesionales, hacer talleres,  impulsar iniciativas de leyes, o  en algunos países hasta colocar detectores de armas y policías armados en las escuelas  como tuve posibilidad de observar en algunos países de latinoamérica que tuve oportunidad de visitar. Ninguna de estas acciones ha probado su eficacia real más allá de llevar cierta tranquilidad de  que “algo se hizo”.
Pero el tema de la violencia escolar es mucho más complejo.  Cuando ocurre un  hecho calificado de “violento” en la escuela, éste generalmente tuvo su historia previa, en un problema que  comenzó, fue dando señales y nadie las advirtió hasta que pasó algo calificado como “grave”. En ocasiones actitudes de los adultos ayudaron a reafirmar el círculo.  Una vez que esto ocurre se busca juzgar al mismo con el último tramo de la situación . Es como pretender entender una película viendo los últimos cinco minutos.
Entender lo que pasó no es igual a “justificar” la conducta, pero sí nos sirve para contextualizarla y buscar caminos que nos permitan encontrar vías  adecuadas para que con la sanción el autor reflexione sobre la misma, repare el daño y no la repita.

Pero para ello  se requiere trabajar en las instituciones educativas con herramientas para detectar y abordar lo problemas a tiempo.
También se requiere comprender que la violencia en ocasiones es un comportamiento inadecuado en orden al logro de un objetivo común buscado por todo individuo: pertenecer, participar, ser valorado y lograr estima personal,  que en ciertos casos el castigo, la censura o el propio comportamiento del adulto termina reforzando el círculo de la misma.

Para ello se requiere , además de abordar  la situación puntual,  ocuparse de observar  y trabalarla convivencia y el clima que se vive en las instituciones. y deben tener la participación de todos los actores incluidos los padres.
Requiere tomar conciencia que la convivencia genera conflictos y tensión y que el “grado de salud  de las instituciones no está dado por la ausencia de los conflictos , sino por la forma en que cada institución los afronta y en el mejor de los casos cómo puede darles solución. .Esto es prevención” (Ianni, N, Pérez E. La convivencia en la escuela, un hecho, una construcción. Ed. Paidós)
Muchos podrán decir…. Esto es casi imposible… - Es difícil y pero no imposible y es fruto de un proceso que puede llevar años de trabajo continuo y requiere por parte de las autoridades su apoyo constante.
Las urgencias constantes hacen que, como el camino es largo muchas veces no nos decidamos a dar los primeros pasos. Como dice la frase hasta el camino más largo comienza con el primer paso.
Frente al fenómeno de violencia  algunos piensan en la mediación Escolar como una solución. La mediación  y la NEGOCIACION son  sólo  herramientas dentro de un paquete más amplio  que puede ayudar a  afrontar y dar solución a los conflictos previniendo algunas situaciones de violencia , pero no son la panacea.
Por su parte la mediación educativa NO SE AGOTA EN FORMAR ALUMNOS MEDIADORES, sino que implica un trabajo más profundo con todos los actores institucionales , reflexionando acerca de qué se hace con el conflicto en la institución, qué actitudes predominan, y dar herramientas no sólo de mediación sino también de NEGOCIACION para autogestionar los conflictos y dentro de un proyecto institucional que debe prever claramente los límites de lo “negociable” y lo “no negociable”, los procedimientos de gestión de conflictos entre adultos, alumnos y adultos y alumnos,  la inserción de las instancias de negociación y mediación dentro del acuerdo de convivencia institucional y la legislación.
Otras acciones apuntan a proponer  iniciativas legislativas relacionadas con la temática. Si bien ellas por sí solas no bastan son un primer paso para poner el tema en debate.  En el caso de la Provincia del Chaco contamos  con legislación más que suficiente. Entre esas leyes se encuentra la 5221 de Acuerdos de convivencia , la 4986- Plan Provincial de Prevención de la Violencia en las escuelas y  la  4711 de Mediación Escolar.  Leyes cuyos primeros pasos para implementarlas  se comenzaron a dar  hace ya tiempo, pero “decisiones politicas” de gestiones anteriores determinaron que se perdiera el trabajo realizado.
Parafraseando al Dr. Claudio García Pintos quien en un Seminario sobre Violencia Escolar realizado en Buenos Aires en 2005, en el  que tuve el honor de participar como disertante,  al reflexionar sobre la violencia en el aula se preguntaba “¿Bastará? Si nosotros docentes hacemos esto, ¿bastará? ¿Será suficiente modificar la mirada sobre la violencia para terminar con la violencia en el aula?” y se responde” Yo no tengo dudas respecto de la respuesta: NO. Pero no importa si bastará o no. No estamos llamados a erradicar la violencia del mundo ni siquiera del aula. Simplemente estaremos asumiendo nuestra responsabilidad como docentes. Sólo estamos llamados a ser docentes, a cumplir esa “labor educativa”.. “que ayuda al hombre a ser cada vez más hombre, lo introduce siempre más profundamente en la verdad, lo orienta hacia una respeto creciente por la vida, la forma en las justas relaciones entre las personas”.
El desafío es grande y el camino posible, es necesaria la voluntad de  transitarlo y el apoyo desde las autoridades y desde todos los actores institucionales para construir la convivencia, mejorar los “climas institucionales” y con ello estaremos también previniendo situaciones de violencia.

DANIEL MARTINEZ ZAMPA
Profesor en Ciencias Jurídicas.ABOGADO- MEDIADOR- MAGISTER EN ADMINISTRACION Y RESOLUCION DE CONFLICTOS-Diplomado en Coaching Ontológico. Coordinador web www.todosobremediacion.com.ar .  Dictó cursos, talleres y conferencias en Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Panamá, México, Puerto Rico y España. Autor del libro: MEDIACIÓN EDUCATIVA Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS. Editorial Novedades Educativas.
FUENTE:http://www.todosobremediacion.com.ar/sitio/index.php/articulos/delequipo/487-aportes-para-pensar-la-violencia-escolar

lunes, 7 de septiembre de 2015

MEDIACIONES ROSARIO - SITIO WEB

www.mediacionesrosario.com.ar

LOS NIÑOS AMADOS SE CONVIERTEN EN ADULTOS QUE SABEN AMAR

http://lamenteesmaravillosa.com/los-ninos-amados-se-convierten-adultos-saben-amar/


niños amados

Los niños amados se convierten en adultos que saben amar

“Somos seres emocionales que aprendimos a pensar, no máquinas pensantes que aprendimos a sentir”
Stanisla Bachrach
Nuestras primeras experiencias con el mundo marcan nuestro desarrollo emocional. En la infancia se entreteje una red que conectará nuestra mente y nuestro cuerpo, lo que determinará en gran parte el desarrollo de la capacidad de sentir y de amar.
En este sentido, nuestro crecimiento emocional dependerá de nuestros primeros intercambios emocionales, los cuales no enseñarán qué ver y qué no ver en el mundo emocional y social en el que nos encontramos.
Así, el campo de nuestra infancia nos permite sembrar las semillas del amor de manera natural, lo que determinará que la capacidad de amar y ser amados crezca de manera saludable y nos ayude a desarrollarnos.
El significado de la nostalgia

Si alimentamos a los niños de amor, los miedos morirán de hambre

Las muestras de cariño y afecto elevan la autoestima en los niños y les ayudan a construir una personalidad emocionalmente adaptada e inteligente. Es decir, nuestro amor les ayuda a manejar los miedos naturales que surgen en las diferentes edades, fomentando un grado de sensibilidad saludable.
Los niños tienen una confianza natural en sí mismos. De hecho, nos asombra que ante desventajas insuperables y fracasos repetidos no se rindan. O sea, que la persistencia, el optimismo, la automotivación y el entusiasmo amistoso son cualidades innatas.
En este sentido, es el mundo o, mejor dicho, los adultos, los que vamos mermando esa inteligencia emocional con la que todos nacemos.
Darnos cuenta de esto nos ayuda a ser conscientes del papel tan relevante que tiene amar a nuestros hijos y educarlos desde el respeto, la empatía, la expresión y la comprensión de sentimiento, el control del enfado, la capacidad de adaptación, la amabilidad y la independencia.
el mundo azul

¿Qué podemos hacer para criar niños felices y saludables?

El temperamento de un niño refleja un sistema de circuitos emocionales innatos específicos en el cerebro, un esquema de su expresión emocional presente y futura, y de su comportamiento. Estos pueden ser o no adecuadas, por lo que la educación debe convertirse en apoyo y guía para ellos.
Para lograr una salud emocional óptima, debemos cambiar la forma en la que se desarrolla su cerebro. La idea es que a través del amor y de la educación emocional fomentemos ciertas conexiones neuronales saludables.
O sea, todos los niños y todos los adultos parten de unas características determinadas que tienen que gestionar juntos para lograr su bienestar físico y emocional.
Por ejemplo, el hecho de que un niño sea tímido por naturaleza, suele provocar que los adultos que nos encontramos a su alrededor lo sobreprotejamos, haciendo que se vuelva ansioso y perturbable con el paso del tiempo.
En este sentido, con lo que hoy en día conocemos, la educación emocional requiere de cierto desaprendizaje adulto. Un niño tímido debe aprender a poner nombre a sus emociones y a enfrentar lo que le perturba, no debe sentir que le cortamos las alas porque es vulnerable.
Un adulto tiene que mostrarse empático sin reforzar sus llantos y sus preocupaciones, proponiéndole a su vez nuevos desafíos socio-emocionales que le permitan evolucionar. Es decir, hay que proteger su salud emocional a través del desarrollo de sus características naturales.
que te importe quien te aporte (2)

Las claves básicas de una educación emocional saludable

1. Los especialistas suelen recomendar ayudar a los niños a hablar de sus emociones como una manera de comprender a sí mismos y a los demás. Sin embargo, las palabras solo dan cuenta de una pequeña parte (un 10%) del verdadero significado que obtenemos a través de la comunicación emocional.
Por esta razón, no podemos quedarnos solo en la verbalización, sino que tenemos que enseñarles a comprender el significado de la postura, de las expresiones faciales, del tono de voz y de cualquier tipo de lenguaje corporal. Esto resultará mucho más efectivo y completo para su desarrollo.
2. Desde hace años se viene promocionando el desarrollo de la autoestima de un niño a través del elogio y los refuerzos constantes. Sin embargo, esto puede hacer mucho más daño que bien. Los elogios solo ayudarán a nuestros niños a sentirse bien consigo mismos si están relacionados con logros específicos y con el dominio de nuevas aptitudes.
3. El estrés es uno de los grandes enemigos de la niñez. Sin embargo, es un inconveniente con el que tienen que vivir, por lo que protegerlos en exceso es una de las peores cosas que podemos hacer. Ellos tienen que aprender a enfrentar estas dificultades naturales de tal forma que desarrollen nuevos caminos neurales que les permitan adaptarse al medio en el que viven.
No podemos tratar de criar a nuestros niños en un mundo Disney de inocencia e ingenuidad. El estrés y la inquietud forman parte del mundo real y de la experiencia humana tanto como el amor y el cuidado.
Si tratamos de eliminar estos obstáculos, impediremos que tengan la oportunidad de aprender y desarrollar capacidades realmente importantes que les ayuden a enfrentar desafíos y decepciones que son inevitables en la vida.

EL VALIOSO TIEMPO DE LOS MADUROS

EL VALIOSO TIEMPO DE LOS MADUROS.
¿¿Para qué esperar que queden pocos caramelos??
“He contado mis años y he descubierto que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante, que el que he vivido hasta ahora...
Me siento como aquel niño al que regalan una bolsa de caramelos: los primeros se los come feliz, pero, cuando se percata de que quedan pocos, comienza a saborearlos profundamente.
Ya no tengo tiempo para reuniones interminables en las que se discuten estatutos, normas, procedimientos y reglamentos internos, sabiendo que no se conseguirá nada.
Ya no tengo tiempo para soportar personas absurdas que, a pesar de su edad cronológica, no han crecido.
Ya no tengo tiempo para perderlo con mediocridades.
No quiero estar en reuniones donde desfilan ‘egos’ inflados.
No tolero a los manipuladores ni a los aprovechados.
Me molestan los envidiosos, que tratan de desacreditar a los más capaces, para apropiarse de sus puestos, sus talentos y sus éxitos.
Detesto, si soy testigo, los efectos que genera la lucha por un cargo importante.
Las personas no discuten contenidos, apenas los títulos, si acaso...
Mi tiempo es escaso como para discutir títulos.
Quiero la esencia, mi alma tiene prisa…
Con pocos caramelos en la bolsa...
Quiero vivir al lado de gente humana, muy humana.
Que sepa reírse de sus errores.
Que no se vanaglorie con sus triunfos.
Que no se considere elegida antes de tiempo.
Que no eluda sus responsabilidades.
Que defienda la dignidad humana.
Y que desee únicamente caminar al lado de la verdad y de la honradez.
Lo esencial es lo que hace que la vida valga la pena vivirla.
Quiero rodearme de gente que sepa tocar el corazón de las personas…
Gente a quien los duros golpes de la vida, le han enseñado a crecer con suaves caricias a su alma.
Sí… tengo prisa… para vivir con la intensidad que nada más que la madurez puede dar.
Pretendo no mal emplear ni tan solo uno de los caramelos que me quedan.
Estoy seguro que serán más exquisitos que los que me he comido hasta ahora.
Mi meta es llegar al final satisfecho y en paz con mis seres estimados, y con mi conciencia.
Deseo que la tuya sea la misma, porque, de cualquier manera, también llegarás..."
EL VALIOSO TIEMPO DE LOS MADUROS
Mario Andrade (1893-1945)
(Poeta, novelista, ensayista y musicólogo brasileño)

domingo, 12 de julio de 2015

Acordar y Transformar


ACORDAR Y TRANSFORMAR
Por María Elena Caram

I. Introducción
La implementación de la ley 24.573 de conciliación y mediación obligatoria (Adla, LV-E 5894) ha
dinamizado una dirección posible de la mediación: la mediación para el acuerdo.
Sin duda, cuando se tiene en cuenta que buena parte del sentido de la ley –tal como surge de los
informes parlamentarios que la acompañaron - es lograr una mejor administración de justicia a
través de la descongestión de los tribunales, el acuerdo es transformar, entonces, este es el objetivo
más evidente del proceso.
Ello no impide advertir el sólido propósito de la ley en cuanto a favorecer el cambio de concepción
cultural y social con relación a la solución de conflictos, objetivo que en cuanto a la difusión del
sistema se ha cumplido invalorablemente.
Pero, hoy por hoy, cuando se evalúa la eficiencia de un centro de mediación, o de un programa o
experiencia de mediación, y hasta de un mediador, ésta se mide por el número de acuerdos
alcanzados.
No es esta la única mirada posible con relación al sentido de la mediación. Podemos hablar de otra
línea de trabajo. Ambas traslucen una ideología básica diferente con relación al conflicto, buscan
fines primarios distintos y por ende presupone el uso de técnicas e intervenciones también diversas,
que pueden configurar diferentes estilos de mediador: una es la llamada mediación para el acuerdo,
que antes mencionamos, y la otra es la llamada mediación transformativa, sobre la que tan
sensiblemente se han expresado Barush Bush y Folberg.
Quisiera, en forma breve, delinear ambos modelos, o marcos y después discernir si un mediador
puede trabajar con ambos, o si por el contrario resultan excluyentes.
Lo que sí estoy segura no debiera hacerse es olvidar la existencia de uno y otro, porque ello puede
implicar un sombrío empobrecimiento de la tarea profesional, riesgo al que siento se exponen
muchos mediadores si adoptan una actitud escéptica en atención a la por ahora reducida cantidad
de casos que reciben a través del sorteo previsto por la ley 24.573.

II. El conflicto
Para quienes participan de la ideología básica que implica la búsqueda primordial del acuerdo, el
conflicto se visualiza centralmente como un problema a resolver.
El problema deviene de necesidades que las personas no logran satisfacer de manera compatible.
Si bien muchas veces la gente elige evitar la confrontación, y por ende no encara la resolución de su
conflicto, el camino natural es tender a buscar algún modo en el que estas necesidades se vean
satisfechas. Prueban negociar entre ellos, y cuando ya no es posible, recurren a la intervención de
un tercero, como puede ser el mediador.
La tarea se dirige entonces a tratar de buscar satisfacción de estas necesidades, usando, por
ejemplo, las pautas básicas de los mecanismos colaborativos, donde se intenta superar el mero
diagrama distributivo de la creación de nuevas opciones, para trabajar con ellas, rumbo hacia el
acuerdo.
No quisiera que esta caracterización sugiriera un dejo despectivo hacia la mediación “acuerdista”,
aunque algunos señalen sus deficiencias.
Adviértase que no se está pensando que mediar para el acuerdo implique restringirse a una
mediación posicional –que, dicho sea de paso, sus buenas artes requiere-, ni tampoco que el
mediador limite a las partes en su necesidad expresiva o que esto resulte de un trabajo superficial.
Significa que la búsqueda está orientada hacia el más alto grado de satisfacción posible de las
necesidades en juego, lo que por cierto no es poca cosa, pero no puede desconocerse que la
adopción de este modelo importa necesariamente consecuencias en el diseño de la mediación.
Para el modelo transformativo, en cambio, el conflicto conlleva un desafío a la capacidad de
superación de las personas y al esfuerzo por lograr un mejoramiento personal y en relación con los
demás.
Bajo esta mirada, el conflicto no es un problema a resolver sino una fecunda ocasión para ayudar a
la transformación de los individuos comprometidos. “Concede al individuo”, diría Folberg, “la
oportunidad de sentir y expresar cierto grado de comprensión y preocupación por un semejante, a
pesar de la diversidad y la discrepancia”.
Transformar a los individuos, implica también transformar a la sociedad. La mediación es el método
que permite ayudar a esta transformación6.

III. Objetivos
La mediación para el acuerdo tiene, como objetivo de trabajo, el mejoramiento de la situación de las
partes a través del acuerdo; la mediación transformativa tiene como propósito el mejoramiento de las
partes mismas. No se descartan, por cierto, los acuerdos: favorecida la relación entre las partes, los
acuerdos vendrán por añadidura, pero éstos serán “auténticos y equilibrados”, “ya que no hay un
modo eficaz de abordarlos sin crear riesgo de hacer más mal que bien”.
Este objetivo se alcanza a través del desarrollo conjunto de dos conceptos: La revalorización y el
reconocimiento.
La revalorización supone realizar y fortalecer la propia capacidad como individuo para enfrentar y
luchar con las circunstancias adversas y problemas de todo tipo.
El reconocimiento supone realizar y fortalecer la propia capacidad como individuo, es decir, alcanzar
algún grado de revalorización para experimentar y expresar preocupación y consideración por los
otros especialmente si éstos están en una situación diferente de la propia.
Estas dos dimensiones del crecimiento humano configuran los efectos más importantes de este
modelo de mediación.
No quisiera transmitir una resonancia abstracta de estos conceptos y que por ello parezcan ideas
míticas que por inalcanzables se vuelvan inaplicables. Mas adelante trataré de explicar cómo se
traducen en movimientos precisos y técnicos concretos dentro del proceso.

IV. Agenda
El mediador que trabaja para el acuerdo elabora una agenda de trabajo con las cuestiones centrales
a solucionar, descartando aquellos temas intangibles que no está dispuesto a profundizar,
sencillamente porque, en su esquema, si bien acompañan y explican aspectos del conflicto, no se
consideran aptos para ser trabajados dentro del ámbito acotado de la mediación, y
consecuentemente, el esfuerzo se concentra en la definición de los problemas que sí han de integrar
el acuerdo.
Ello no quiere decir que el mediador bajo esta impronta agenda, no permita y aliente el desahogo de
las partes, o favorezca la expresión de sus estados de ánimo. Es más, muchos mediadores trabajan
dentro de este modelo muy sensitivamente, llegando a las partes con escucha auténtica y genuina
comprensión; pero suele suceder que estos momentos pueden quedar como meros desahogos sin
un cierre nítido, o que sencillamente sirvan para suavizar la agresividad o ansiedad de las partes,
removerlas como un obstáculo y poder así avanzar en la búsqueda del acuerdo. En el modelo
transformativo, la agenda se constituye centralmente con las cuestiones intangibles propias de cada
situación, dirigiendo el sentido del procedimiento a obtener paso a paso la legitimación personal que
torna a cada parte en un real protagonista, y ensancha la mirada de cada uno con la percepción de
la existencia del otro, a través del reconocimiento.

V. Técnicas en Juego
La mediación para el acuerdo trabaja con las que Folberg llama evaluaciones globales de las
circunstancias de las partes. Soslaya así aspectos minuciosos, crónicas de conversaciones previas,
secuencias pormenorizadas en el tiempo sobre las que las partes suelen abundar y manejar, como
dije, las situaciones de enojo o agresividad como un impedimento para concentrarse en el proceso.
Es decir que en los relatos de las partes va eligiendo aquellos lineamientos que entiende pueden ser
útiles para el diseño del acuerdo, evitando desvíos que aparezcan como improductivos.
Ello conduce a que pueda obtener una definición de los problemas, los despeje de las cuestiones
intangibles, y los proponga como los temas centrales a considerar. Esta selección le permite al
mediador caracterizar la disputa, y en un extremo podría decirse hasta “categorizarla” y recurrir así a
su propia “jurisprudencia”; es decir, su universo de experiencia profesional en el que a casos
parecidos correspondieron acuerdos con determinados contenidos.
En contraste con este esquema, la orientación transformadora trabaja con la mircroevaluación de los
movimientos de las partes. “El mediador se concentra en las pinceladas y no en la imagen global del
cuadro”.
Es así que las pequeñas secuencias, los dichos de las partes, sus intercambios pasados y actuales,
aun cuando los mismos están referidos a las cuestiones sustanciales traídas, son resignificados con
miras a destacar el poder de cada parte y la comprensión de la otra.
Para ello alienta a las partes en sus expresiones personales, sus elecciones, sus propias
definiciones de los problemas, y se utiliza cada paso del proceso para obtener la revalorización y el
reconocimiento.

VI. Estilos de Mediador
Ambos marcos configuran diversos estilos de mediador. El mediador que trabaja para el acuerdo,
sostiene Folberg, es claramente más directivo, ya que concentra en sí mismo la facultad de elegir
cuáles son los aspectos centrales del problema, según su propio criterio de definición del mismo,
donde con una mirada extrema, casi pasa a convertirse en una parte más, con un interés propio
(hallar una buena solución al problema), de modo que las soluciones se vuelven del tipo “gana-ganagana”.
Naturalmente la consecuencia más peligrosa de esta modalidad intervencionista la constituye la
influencia sutil, casi inadvertida por los participantes, donde los movimientos prescriptivos quedan
disimulados, pero conducen a que las partes consideren como propias soluciones que en realidad
no lo son, sino que provienen del mediador, y que, en el fondo, los dejen insatisfechos,
menoscabando así la probabilidad de cumplimiento y lastimando el principio de autocomposición. Si
en realidad las partes no eligieron genuinamente la posibilidad de salida, resulta difícil que
experimenten la fuerza que subyace en la autodeterminación.
A su vez “categorizar” la disputa, lleva a que el mediador piense que los casos hasta son “repetidos,
y presuponga, como dijimos, que puede predecir el tipo de solución, bajo la idea de que si algo fue
bueno para un caso, también lo será para éste, y en consecuencia, trabaje para ello.
Desde la óptica transformativa, el mediador evita dar forma a las cuestiones, propuestas o términos
del acuerdo. Difícilmente cuestione las expresiones de las partes, y menos aún pondrá las propias
sobre la mesa, sino que se limitará a plantear interrogantes para que las partes reflexionen,
alentando que compartan la información, el análisis de la misma, las opciones que surjan,
privilegiando el reencuadre de los problemas y el intercambio de percepciones, a la presión
conducente hacia el acuerdo.
Todo ello implicará que la disputa aparezca con características propias, porque si se atiende a la
infinita gama de relaciones personales en juego, el universo posible es tan rico y amplio, que su
tarea será siempre renovada y diferente, y su capacidad de asombre se mantendrá casi intacta,
pudiendo recuperar la frescura que al oficio concede lo novedoso. Recuerden a León Felipe.”…Que
no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo…”
Cuando escribo estas cosas pienso en muchos mediadores que nos transmiten cierto desaliento
porque sus casos se repiten (“otro más de chapa y pintura”), y sostengo que aunque sea un
momento de su mediación, o una mediación entre varias, las partes tienen que sentir este efecto
transformador, porque entonces el mediador experimentará esta ráfaga renovadora y profunda, tan
necesaria para el estímulo que merece su difícil tarea.
No hay razón para esperar que ello sólo suceda en las mediaciones por conflictos familiares (como a
veces se tiende a dar por supuesto), porque las relaciones patrimoniales también suelen estar
impregnadas de estos aspectos, aunque a veces el pasado se resuma en el momento súbito de un
accidente de tránsito y las partes aspiren a no compartir un solo minuto en el futuro, y es más, si
pueden no verse nunca más, mejor aún.

VII. Movimientos específicos
Una parte se verá revalorizada en la mediación si:
􀀹 Con relación al conflicto, comprende con claridad cuáles son sus auténticas metas (intereses en
la terminología de Harvard), sus alternativas (y opciones), y el grado de control que tiene sobre
las mismas, así como de los recursos con los que cuenta y su posibilidad de distribuirlos o
acrecentarlos.
􀀹 Con relación al procedimiento advierte genuinamente su poder de autodeterminación para
decidir si permanece o no en la mediación, si acepta un asesoramiento o decide un curso de
acción.
􀀹 Con relación a sus habilidades para manejarse en el conflicto, experimenta escuchar,
comunicar, analizar, evaluar y proponer.
􀀹 Con relación a su capacidad de decisión si puede recapacitar sobre los diferentes pasos previos
a la toma de decisiones y advertir el grado de libertad con que cuenta para ello.
El proceso de revalorización puede verse como un pasaje gradual que va desde un Momento I,
donde predomina en la parte la sensación de conmoción, desorganización e inseguridad propias de
quien se encuentra en conflicto; hacia un Momento II, en el que se logra la sensación de confianza
personal que implica tomar consciencia esclarecida de su situación en el conflicto, su
autodeterminación y autonomía, aun dentro del marco de límites externos dentro de los que pueda
moverse.
Una parte puede proporcionar reconocimiento a la otra cuando alcanza su propia revalorización,
puede desconectarse de su propia situación y darse las opciones siguientes:
􀀹 Considera la situación del otro, cómo vive el conflicto, cómo ve las cosas, las siente o las
proyecta, no como una mera estrategia (en el sentido de Harvard) sino como un acto sincero de
comprensión.
􀀹 Cuando además desea hacerlo
􀀹 Cuando lo piensa de verdad
􀀹 Cuando lo reconoce expresamente
􀀹 Cuando lo refleja en actos
En resumen “sobrepasa sus propios límites para relacionarse con lo que la otra persona tiene de
humano”.
El proceso de reconocimiento implica el pasaje de un Momento I en el que la sensación de amenaza
y agresión por la conducta y las pretensiones de la otra parte, generan una concentración en la
propia posición y necesidades que se revela a través de actitudes hostiles hacia el otro; hacia un
Momento II, en el que se sobrepasa la concentración en sí mismo para otorgar reconocimiento al
otro bajo las formas antes enumeradas.
Ambos objetivos son movimientos de ida y vuelta, con voltaje variable, que se dan en pequeños
pasos, sin desperdiciar un resquicio de la comunicación desplegada. La revalorización puede
alcanzarse siempre con trabajo del mediador sobre la reflexión y receptividad de las partes; el
reconocimiento (auténtico) no siempre, porque no puede ser forzado, y depende de la voluntad de
los participantes, ya sea que ésta brote espontáneamente o por sutil provocación del mediador.
Alcanzar en una mediación revalorización y reconocimiento es independiente del acuerdo, y en su
más alto sentido se logrará si las partes pueden frente a una nueva situación, trasladar a ésta el
surco marcado por este diferente tratamiento del conflicto.

VIII. ¿Cómo se desenvuelve un mediador en el modelo transformativo?
Dije antes que la altura moral de los objetivos de la mediación transformativa, puede sugerir cierto
aire abstracto que la vuelva inaccesible en el desempeño cotidiano.
No es así, y muchos mediadores aplican algunas de sus pautas, aun intuitivamente, sin la
intencionalidad de estar conformando un modelo ortodoxo.
Pasemos al quehacer concreto del mediador.
Los lineamientos básicos pueden condenarse en estos tres puntos:

1. Microenfoques de los aportes de las partes
Todo el material informativo que las partes acercan es alentado por el mediador quien posee su
atención en todas las expresiones de las partes, intentado obtener de cada intervención los
elementos que permitan avanzar hacia la reflexión y autoderminación de los participantes.
Una aplicación directa de ello es, por ejemplo, no consentir la impresión de las partes de que la
finalidad de la mediación necesariamente conduce al arreglo caracterizándola así en el discurso
inicial, sino reemplazando esta expresión por “la invitación a reflexionar conjuntamente en este
ámbito acerca de sus verdaderas posibilidades dentro del conflicto y su toma de decisiones acerca
de las mismas.”
Del mismo modo, se puntualizará cada vez que sea necesario que la fuerza resolutiva no se
concentra en el mediador, como las partes pueden tender a creer, sino en ellas mismas, no sólo en
cuanto a los acuerdos finales, sino en cuanto cada aspecto del procedimiento: la confección de la
agenda, la presencia de otros participantes, etcétera.
Desde el punto de vista de la técnica de comunicación más rica en este tramo, la constituiría, a mi
entender, la escucha auténtica del mediador. Hablo de un mediador con la frente despejada, que no
juzga, no censura, no se anticipa al conocimiento y ubicación de las partes, y que les hace sentir que
nada tienen que demostrarle para probar su valía, porque sabe, como dice Haynes en su Premisa 7,
que “cada persona tiene un sentido común y una sabiduría innata, aunque las circunstancias nos
desconecten de ello y nos hagan actuar de forma irracional, pero justamente el tercero puede
ayudarnos a reconectarnos con nuestra propia sabiduría”16.

2. Alentar a las partes a deliberar y adoptar decisiones propias.
Ello se alcanza cuando se ayuda a las partes en el esclarecimiento de los aspectos caóticos del
problema, la desagregación de sus elementos, tanto en cuanto a lo que realmente necesitan como a
sus genuinas posibilidades, y la fuerza decisoria que sobre la misma conserva. Señalarle a la parte
su aptitud para discernir estas cosas, para poder escuchar, para transmitir, etc., conducen al mismo
objetivo.
Quizá las preguntas reflexivas constituyan una de las técnicas más brillantes para este tramo, es
decir aquellos interrogantes dirigidos a la partes para que vuelva la mirada sobre sí, se separe de la
 “Cuando el mediador busca lo bueno que hay en la gente no lo ciega la conducta que los cliente exhiben temporariamente en las negociaciones…porque es de lo que hay de esencialmente bueno en las partes en disputa que emerge una solución razonable” (HAYNES, John M.,“La mediación en el divorcio”, p.45, Ed. Granica, Buenos Aires.

Quizá las preguntas reflexivas constituyan una de las técnicas más brillantes para este tramo, es
decir aquellos interrogantes dirigidos a la partes para que vuelva la mirada sobre sí, se separe de la información y busque nuecas respuestas? ¿Cómo se siente ahora frente a estas posibilidades?
¿Qué le impide elegir? ¿Cómo le afectan estas cosas? ¿Qué puede hacer diferente para
modificarlo? ¿Qué desea de verdad hacer?.

3. Alentar la utilización de perspectivas
Tomar en cuenta todas las expresiones de disculpa, de reconocimiento, de admisión de la verdad de
las descripciones, es una manera de preparar el camino para el reconocimiento entre las partes.
Pero sin duda una de las tareas más fecundas del mediador en este sentido es contribuir a
esclarecer las diferentes percepciones acerca de las cosas, la compatibilidad de las mismas y llevar
a la comprensión de una lógica que privilegie la diversidad de las percepciones, aun a costa de
renunciar a la solidez de la lógica basada en una única verdad.
Sin duda la técnica más efectiva son las preguntas circulares, es decir, aquellas preguntas abiertas
que motivan a la parte a colocarse en el lugar del otro (¿Cómo piensa que se habrá sentido la otra
parte frente a esto? ¿Qué piensa que necesita la otra parte? ¿Qué le ayudaría a usted si estuviera
en el lugar de la otra parte?.

IX. ¿Es posible aunar ambos modelos?
Folberg y Busch señalan que no es posible la integración de ambos enfoques y aunque el mediador
efectúe los movimientos concretos que impliquen la búsqueda de la revalorización y el
reconocimiento de las partes, el trabajo enderezado hacia el acuerdo subsume estos intentos,
condicionando el proceso y determinando una actitud del mediador.
Personalmente entiendo que cabe efectuar una distinción entre la índole de los conflictos que se
acercan a nuestra mesa de mediación y advertir cuándo aquellos pasan por temas
predominantemente relacionales o cuándo ello no es así.
En los primeros casos no hay duda de la inmensa riqueza de recurrir al modelo transformativo, y del
mismo modo en los aspectos relacionales que puedan aparecer en conflictos de otra naturaleza.
Pero aun cuando no apliquemos el modelo en su mayor plenitud, existe un conjunto de
intervenciones mínimas que resultan inexcusables, y que son movimientos precisos que conducen a
nutrir la revalorización y reconocimiento. Ellos son:
􀀹 Respetar todas las decisiones de las partes, aun las procedimentales que no se sientan,
naturalmente, destructivas del proceso (no del acuerdo) y que por ello traigan más frustración;
􀀹 Insistir en la necesidad de mejoramiento de las partes más que en la firma del acuerdo;
􀀹 Tomar todo indicio de acuerdos preexistentes y jerarquizarlos;
􀀹 Reiterar cuantas veces sea necesario que el mediador no resuelve, sino esas partes;
􀀹 Convalidar con las partes la composición de una agenda siempre abierta a nuevos aspectos que
puedan aparecer;
􀀹 Capturar todo mensaje de disculpa y todo asentimiento aunque sea parcial a un aspecto que
puedan aparecer.
􀀹 Detenerse en las cuestiones aparentemente intangibles, escucharlas, incorporarlas y
comprometer el esfuerzo para que sean atendidas (no solucionadas);
􀀹 Tratar que las partes definan sus cuestiones.
􀀹 Postergar cualquier modalidad de proponer opciones hasta el momento de impase total, y allí
sólo con técnica cuidadosa;
􀀹 Preguntar y escuchar, antes de afirmar y enseñar.
􀀹 Convalidar cada progreso como resultado de la actividad de las partes;
􀀹 Provocar la comprensión (no justificación recíproca) de la diversidad de las percepciones.
􀀹 ¿Acordar o transformar? ¿acordar para transformar? ¿transformar para acotar?.
Aunque la respuesta resuene poco rigurosa desde el punto de vista de la coherencia interna del
modelo, yo diría acordar y transformar, porque pienso en un mediador comprometido con su oficio,
donde cada uno de sus movimientos tenga una dirección útil y noble sobre las personas que las
circunstancias han acercado a su labor.
Y a quienes tiene el privilegio de participar en la edad temprana de la mediación en la Argentina -y
también por ello la pesada carga de sufrir sus resistencias- les corresponde la responsabilidad de
transmitir una mediación de alta calidad, donde las personas y sus cuestiones, sus preocupaciones y
sus esperanzas sean honradas con fina habilidad profesional y vigorosa conciencia ética. Si esto se
logra, todos se llevarán algo inolvidable después de haber compartido ese proceso, aunque a veces
sólo parezcan logros silenciosos que perduren en el ámbito reservado de la sala de mediación.

JUECES Y MEDIADORES ¿Condenados a entendernos?


PRESENTACIÓN: JUECES Y MEDIADORES,
¿CONDENADOS A ENTENDERNOS?

Santiago Madrid Liras
Director de “Revista de Mediación”
4 Revista de Mediación. Año 2. Nº 3. Marzo 2009.
Editorial. 3

Antes de nada, y que sirvan estas palabras de disculpa si así fuera, esta presentación no pretende ofender a nadie.
En un momento en el que la Justicia en España (y no sólo en España) está puesta en entredicho, con protestas de los jueces por considerarse abandonados desde hace décadas por los diferentes gobiernos y con una valoración ciudadana que pone en tela de juicio – y nunca mejor dicho- la eficacia y la agilidad de nuestro sistema judicial, uno no puede sino plantearse qué lugar podemos desempeñar como mediadores en la tan necesaria modernización de la Justicia. Considerada la mediación como un recurso muy económico,
ágil y, por su filosofía de la paz, de no-confrontación y de participación activa de los propios interesados, un método de participación ciudadana que genera altas dosis de satisfacción en aquellos que acuden a él, puede ser un apoyo más que significativo para ese sistema judicial. Comentemos estos cuatro beneficios de la mediación: recurso económico, ágil y no-confrontativo, que tiene en cuenta e implica a los afectados a uno u otro lado del conflicto.

• Económico: si fuéramos realmente conscientes de lo que cuesta en euros una confrontación judicial, ya no sólo para los implicados,
sino para el conjunto de la ciudadanía, la recientemente conmemorada revolución popular de Mayo de 1808 resultaría cosa de niños. Apostar por lo público jamás puede significar desatender la calidad del servicio; más bien, todo lo contrario. Porque uno puede
libremente elegir una empresa de servicios, pero si debo y puedo recurrir a lo público, espero que el coste justifique la calidad del mismo. Eso no ocurre en la actualidad en nuestro sistema judicial. Como ciudadanos pagamos mucho por un sistema que parece no atender como debería nuestras necesidades, que no se actualiza ni busca alternativas a los problemas que encuentra, salvo el permanente endurecimiento de las leyes a cada escándalo mediático que surge. Un sistema judicial que reclama más dinero, y eso está bien,
pero que no profundiza en cómo mejorar sus servicios y atención, cómo modernizarse y adaptarse a los nuevos tiempos y las nuevas posibilidades, que sólo ofrece “más de lo mismo”. Entre otras posibilidades, la mediación ofrece no sólo mejores soluciones, sino soluciones más baratas. Y eso no es desestimable.

• Ágil y Rápido: es, sin duda, una de las mayores críticas a nuestro sistema judicial éste de la falta de agilidad y rapidez. La tan requerida
modernización de dicho sistema supone buscar formas alternativas a las ya empleadas que fomenten respuestas más inmediatas
a los hechos producidos. La implantación de los juicios rápidos ha ayudado sobremanera a ese cambio tan necesario, pero no ha
sido suficiente. Como planteaba el moralista Jean de la Bruyere, “una cualidad de la Justicia es hacerla pronto y sin dilaciones; hacerla
esperar es injusticia”. Ahí, la mediación también tiene mucho que decir. Y en este sentido, la experiencia más arraigada la encontramos
en la mediación penal con menores infractores. La Ley de la Responsabilidad Penal de los Menores (L.O. 5/2000), y previamente la Ley 4/92 (Ley Orgánica Reguladora de la Competencia y Procedimiento de los Juzgados de Menores), que apostaron por la mediación
como posibilidad de solución del conflicto judicializado, entienden la necesidad de que la respuesta a una conducta “punible” sea
lo más temprana posible si pretendemos corregirla. El valor educativo de una intervención y, por tanto, la posibilidad de que ésta deje
de efectuarse, está muy ligado a que dicha intervención sea lo más próxima a la emisión de la conducta, como tantos estudios psicológicos
han repetido constantemente. La mediación, en este sentido, permite una temprana intervención, rápida y ágil para buscar
soluciones satisfactorias a los conflictos.

• Inclusivo: la mediación escucha a todos, permite expresarse a todos, busca su participación y atiende sus criterios. Es más fácil criticar
a un sistema en el que no se participa y en el que la solución depende de otro, que cuando uno mismo se involucra en la solución,
cuando siente que forma parte de él. Aunque ahí, como señala Redorta en el artículo de este número, muchas veces somos los implicados
los que queremos dejar la solución a un tercero, el Juez; eso sí, para que éste nos dé la razón. Cuántas veces he escuchado en
pre-mediación aquello de “no, no, yo no quiero decidir nada, que lo decida el juez”. Eso sí, al negarme a participar y delegar en otro lo
que repercute en mí, si luego no me gusta lo que el juez decida, ¿tengo derecho a criticar? Dice Redorta: “tal vez le hayamos pedido a
la Administración de Justicia que lo resuelva todo y, además, bien”. Valga esto de reflexión.

• No-Confrontativo: apelamos a menudo a la Justicia, no tanto en busca de ésta – de una
solución justa- como de la confirmación de “mi verdad”. El pintor catalán Santiago Rusiñol i
Prats planteaba que “cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón” y, en
la misma línea, Reveillere planteaba dos siglos antes que “lo que consideramos justicia es, con
mucha frecuencia, una injusticia cometida en nuestro favor”. Y a eso llamamos “justicia justa”:
pasar de víctimas a verdugos, imponer nuestro criterio y nuestra visión frente a la del otro.
Por eso, es tan frecuente que finalmente ambas partes consideren que las sentencias son injustas,
porque lo difícil es que una sentencia satisfaga las aspiraciones iniciales de cualquiera
de las partes, ya que éstas parten de su propia visión limitada de lo sucedido. Como plantea
el modelo de mediación circular-narrativo, cada uno tiene una historia en su cabeza y corazón
en la que él es el bueno y el otro el malo. ¿Puede un juicio ayudar a modificar estas historias?
¿No es acaso, como planteaba Gandhi, haciendo justicia al contrario como más rápido
ganamos en justicia? La mediación, consciente de este problema, entiende y atiende la
necesidad de ayudar a las personas a cuestionarse “lo justo y lo injusto” y a considerar “lo correcto”
y “lo positivo”.
¿Es realmente la mediación una posibilidad seria de apoyo al sistema judicial? Sin duda, así
es. Pero es también nuestra tarea, la de los mediadores, hacernos escuchar, reivindicar ese espacio
y, sobretodo, demostrar que “estamos a la altura” de tales necesidades.
Como planteamos, el sistema judicial está en crisis y requiere soluciones distintas a las meramente
confrontativas. Y este mensaje aparece en los cuatro artículos de este número de
“Revista de Mediación”. Desde diferentes experiencias, contextos, incluso ámbitos, los autores
de estos artículos van a señalar la importancia de la mediación como apoyo al tan criticado
sistema judicial para resolver estos y otros problemas.
Sobre todo esto va a versar el artículo del afamado Joseph Redorta, autor de títulos tan destacables
como “El poder y sus conflictos” y “Cómo analizar los conflictos: la tipología de conflictos
como herramienta de mediación”. Redorta, desde una visión multinacional, se pregunta
e intentará atender a preguntas tan oportunas como “¿no será que lo que nos falta son otros
mecanismos (diferente a los judiciales) de respuesta a los problemas?” y “¿hay que repensar
el modelo de Justicia?”. Para ello, revisará las resistencias actuales al cambio, señalará algunas
formas de resolución de conflictos alternativas al juicio, e incluso al arbitraje y la mediación,
apelará a “una enorme revisión en profundidad del sistema judicial” y a la regulación de la
mediación, hecho que poco a poco se va produciendo en nuestro país, y sobre lo que el autor
da interesantes consejos y recomendaciones a las autoridades.
En el presente número de “Revista de Mediación” tenemos, además, el honor de contar con
dos artículos sobre experiencias y reflexiones llevadas a cabo desde recursos -los Centros de
Apoyo a la Familia o CAF, tanto los seis del Ayuntamiento de Madrid como el de la Comunidad
de Madrid-, que fomentan y apuestan por la mediación como posibilidad fundamental real a
tener en cuenta por nuestro sistema judicial.
Por un lado, el artículo de nuestros apreciados Emiliano Martín, Cristina del Álamo y Cristina
González se introduce y analiza el papel de la mediación familiar intrajudicial: 1) Cómo se ha
producido su interiorización cada vez mayor en nuestro sistema judicial, como siempre gracias
a la iniciativa individual de algunos “locos” que apostaron por la mediación, y posteriormente
gracias a la apuesta, ya también a nivel político, de las progresivas y tímidas iniciativas
legislativas en los últimos años, a las que rápidamente se han sumado instituciones públicas
como la que Emiliano –arduo defensor de la mediación en nuestro territorio- representa. 2)
Qué casos son susceptibles de mediación familiar intrajudicial. 3) Qué lo diferencia de la mediación
extrajudicial. 4) Cómo llevar a cabo este procedimiento. Y 5) Resultados de las experiencias
llevadas a cabo. Sin duda, este pormenorizado análisis muestra la importante relevancia de esta experiencia que se está llevando a cabo en nuestros Juzgados de Familia y que
marca un camino y una dirección en los que seguir profundizando. Finalmente, los autores
nos recuerdan la muy reciente aprobación por parte de la Comisión de Justicia del Congreso
de los Diputados el pasado 3 de febrero de 2009 de la proposición no de ley sobre la creación
de una ley básica de mediación familiar; y señalan la necesidad de aprovechar esta oportunidad
para apostar seriamente por la mediación como opción real y necesaria para estos conflictos,
complementaria a las funciones clásicas de nuestra Justicia, y aportan, desde su amplia
experiencia, propuestas muy interesantes a tener en cuenta.
Por otro lado, el equipo del CAF de la Comunidad de Madrid, nos introducen en un caso
que pretende seguir la vía judicial en lo que supondría un enfrentamiento familiar sin sentido
para, a través de la mediación, facilitar la redirección del caso a los recursos más adecuados.
En busca de la auténtica solución del conflicto y de la atención a las necesidades reales
detectadas, este caso evidencia qué doloroso, costoso e ineficaz hubiera sido la judicialización
de este conflicto, ampliamente afectado por la salud mental de uno de los implicados.
Es, así mismo, una muestra de trabajo en equipo, que apuesta por la atención interdisciplinar,
y una experiencia de mediación impecable, detallada sesión a sesión. Y es, finalmente,
una apuesta por la amplitud de miras para nuestra profesión, llamando la atención sobre las
posibilidades que ésta ofrece en los problemas sanitarios.
Es de agradecer en ambos artículos la generosidad con que estos equipos de profesionales
–ambos muy profesionales- comparten sus experiencias y formas de trabajo con todos nosotros.
Y, lo que es ahora conocido por el lector, el entusiasmo de ambos por participar en esta
publicación, mostrando una flexibilidad, disposición, atención y apertura realmente digna de
elogio. Desde aquí, valgan estas palabras públicas de sincero agradecimiento.
Finalmente, una forma de reducir la conflictividad, y con ello de aliviar al siempre requerido
y sobrecargado sistema judicial, es trabajar desde la prevención, desde el fomento de
la cultura de la paz y desde el fomento de habilidades en nuestros jóvenes para resolver sus
conflictos desde una visión menos confrontativa y más constructiva. Éste es, sin duda, uno
de los fines de la mediación educativa. El destacable autor del artículo “¿De qué hablamos
cuando hablamos de mediación educativa?”, Daniel F. Martínez Zampa, que cuenta en su haber
con un largo desarrollo profesional en mediación en Argentina, entra de lleno en esta
cuestión. Previamente el autor nos adentra en –haciendo un símil con el famoso título de
Alan Chalmers- qué es esa cosa llamada mediación, para, a partir de ahí, centrarse en la mediación
educativa y, más concretamente, en la experiencia llevada a cabo en la provincia argentina
de El Chaco. Hay que señalar de la interesantísima investigación de este autor y sus
colegas los resultados sobre la baja eficacia percibida de la aplicación de métodos sancionadores:
los resultados nos dejan boquiabiertos. Martínez Zampa apuesta muy acertadamente
por no limitar la mediación y sus estrategias a las “situaciones de emergencia”. No somos
“apaga-fuegos” –o, al menos, no sólo eso-; por lo que la intervención en el marco educativo
debería ser más amplia. Igualmente Daniel nos recuerda que el conocimiento de la mediación
por los jóvenes es una de las formas más eficaces de hacer trascender lo que es la mediación
a la globalidad de la sociedad e instalarla en ésta. Y finaliza, con mucho acierto, recordándonos
la necesidad de ser modelos de nuestros jóvenes en nuestra forma de resolver
conflictos. Valga esto para todos.
Quisiera finalizar esta presentación señalando que los cuatro artículos, todos muy interesantes,
no se han conformado –demos gracias por ello- con relatarnos distintas experiencias,
sino que, yendo más lejos, lanzan interesantes propuestas y recomendaciones. “Revista
de Mediación”, en su afán por crear un espacio no sólo de reflexión, sino también de impulso
del cambio, agradece enormemente estas aportaciones.

jueves, 15 de enero de 2015

Mediación Social y Familiar en Castilla-La Mancha, España.



20/11/2014Consejería de Presidencia y Administraciones Públicas
Fruto del trabajo de todo el sector de los Servicios Sociales

El Gobierno regional aprueba la Ley de Mediación Social y Familiar, “una medida con clarísimo contenido social”

Leandro Esteban subraya que “nuestra región tiene hoy unos servicios sociales con más garantías y más presupuesto que en el año 2011”
El Consejo de Gobierno ha aprobado hoy el proyecto de la nueva Ley de Mediación Social y Familiar de Castilla-La Mancha, “una apuesta del Ejecutivo de Cospedal con clarísimo contenido social”, en palabras del consejero de Presidencia.

En rueda de prensa, Leandro Esteban ha subrayado que “esta medida aporta elementos novedosos a la hora de resolver conflictos, como la mediación y la resolución extrajudicial de los mismos”. A su juicio, esto influye “en el ahorro económico y en la inmediatez a la hora de buscar fin a los conflictos que generan problemas en la convivencia, especialmente en el ámbito familiar”.

La nueva ley, desarrollada por la Consejería de Sanidad y Asuntos Sociales, será remitida ahora a las Cortes regionales para su posterior entrada en vigor, que se estima para el mes de enero del próximo año. 

Esta normativa, además de aplicarse al  ámbito familiar, amplía su campo de actuación a conflictos vecinales, educativos o inmobiliarios, donde se ha convertido en una solución negociada muy ágil para evitar la pérdida de la vivienda a las familias más vulnerables. También integra en una única norma los distintos ámbitos sociales y familiares de la mediación, concibiéndola como un método de resolución extrajudicial de conflictos entre sujetos de Derecho, a través de la labor conciliadora que representa la figura del mediador.

Además, la nueva norma ayudará a resolver conflictos, para evitar la violencia, el desapego emocional o la ruptura social y familiar. Según Leandro Esteban, “la mediación también es clave en el derecho penal juvenil, a la hora de solucionar una situación de violencia entre el menor y la víctima para reparar el daño causado”.

La ley incluye no sólo la ruptura de pareja, sino también casos de conflicto en la relación familiar y desacuerdos en la atención de personas mayores o discapacitados. De esta manera, respalda a menores, personas mayores, personas con discapacidad, así como a aquellos que se encuentren en riesgo social, económico o familiar.

Una ley fruto del consenso
Por otra parte, el proyecto de Ley de Mediación Social y Familiar plantea nuevas herramientas e instrumentos técnicos para los Servicios Sociales públicos de Mediación, al tiempo que potencia la colaboración con las entidades de iniciativa social, por lo que es una norma que nace del consenso de todo un sector.

En este sentido, Leandro Esteban ha resaltado que la nueva norma es fruto de la colaboración entre los distintos departamentos del Gobierno regional y diferentes entidades de iniciativa social. Para su elaboración se ha contado con profesionales especializados en mediación, que han participado en debates y análisis de las nuevas necesidades sociales en la solución de los conflictos en Castilla-La Mancha.

También ha participado de manera activa un grupo de trabajo formado por jueces, fiscales, el Consejo de la Abogacía de Castilla-La Mancha, el Consejo Autonómico de los Colegios de Procuradores, profesores de la Universidad de Castilla-La Mancha y colegios profesionales de psicólogos, trabajadores sociales y educadores, así como las entidades sociales con más presencia en la región.

Medidas con carácter social
La Ley del Servicio Regional de Mediación Social y Familiar de Castilla-La Mancha consta de 40 artículos y se sitúa “en el común denominador del paquete de medidas de carácter social que ha impulsado la presidenta Cospedal en esta legislatura, como aquellas que afectan a las personas con discapacidad, la libre elección de médico o la nueva regulación de farmacias”.

Gracias al impulso del Gobierno regional en este ámbito, “nuestra región tiene hoy unos servicios sociales con más garantías, con presupuesto y ofrece más atención que en el año 2011”, cuando Cospedal llegó a la Presidencia del Gobierno de Castilla-La Mancha.
 http://www.castillalamancha.es/actualidad/notasdeprensa/el-gobierno-regional-aprueba-la-ley-de-mediaci%C3%B3n-social-y-familiar-%E2%80%9Cuna-medida-con-clar%C3%ADsimo